Firma Electrónica: El poder digital
Recuerdo muy bien acompañar a mi abuelo a retirar su sueldo como docente de colegio público hace unos años (20 años mínimo). La entidad bancaria era bastante grande y popular en el barrio donde vivíamos, pensada en las filas que tenían que hacer todos los clientes que, quincenalmente, retiraban su dinero. Yo siendo un niño muy pequeño era feliz porque tenía gran espacio para jugar, había una especie de jardín con piedras que se prestaba perfectamente como escenario para mis aventuras, mientras mi abuelo junto a mi abuela, hacían una fila que perfectamente podía durar entre 45 minutos y 1 hora (si no se caía el sistema, si había el personal suficiente, si no se presentaba mayor problema).
La llegada de los cajeros automáticos fue una revolución entre los habitantes laboralmente activos del barrio: les permitía hacer la transacción por su cuenta y redujo los tiempos considerablemente, no obstante, mi abuelo seguía haciendo fila; lo hacía por la buena atención que allí recibía, por el trato carismático y amable que le brindaba el personal, y porque ya lo reconocían y hasta lo recibían con cafecito… aunque en lo particular mi abuelo no pasa desapercibido en ningún lado.
Con el tiempo, el personal fue rotando, la atención no era la misma e incluso trasladaron y redujeron la sede 2 cuadras más hacia el oriente, obligándolo a cruzar una calle muy concurrida. En ese momento él entendió que el cambio era imparable, que la llegada de los procesos digitales era inevitable, y lejos de sentirse preocupado o angustiado recibía este cambio con mucho optimismo y entusiasmo: sacó la tarjeta débito, cambió la chequera por tarjeta de crédito y abrazó el comienzo de la virtualidad. Nunca aprendió a usar el cajero automático, no porque no quisiera, sino porque sus condiciones físicas no se lo permitían, su vista siempre fue muy reducida (paradójicamente es un lector acérrimo). Por ende, siempre lo acompañábamos con mi papá para hacer retiros, lo que me obligó a entender el uso del dispositivo desde muy joven, e incluso con mucha naturalidad.
En el colegio donde él trabajaba comenzaron otra serie de cambios: las notas dejaron de pasarse a mano para hacerlo por computador y dejaron de dictar mecanografía para dictar computación. Siendo él fiel radio escucha del AM, comenzó a ver cómo migraban sus emisoras favoritas hacia el FM debido a las mejoras en resolución de señal, reducción de ruido de fondo e incremento en la cobertura (tiempo después nos enteramos de que también significó una reducción de costos en infraestructura y equipos); mi abuelo se vio obligado a cambiar el radio que siempre había tenido por uno un poco más moderno, que le permitiera apreciar las bondades de estas mejoras.
Comenzó a interesarse más por las mejoras que le ofrecían los entornos digitales y cada vez que podía digitalizar algo, lo hacía (excepto la prensa y los libros, esa fue una experiencia que hasta la fecha sigue consumiendo en físico por el placer de tenerlo en las manos y aumentar su biblioteca). Llegó al punto de criticar todo proceso que consideraba obsoleto y creía poder mejorarse: “algún día, no muy lejos del actual, veremos como dejan de existir estas oficinas y tendré que pedirte el favor que me ayudes para hacerlo desde internet” me dijo una vez estando en una notaría donde nos demoraron considerablemente aun cuando no había mucha gente por atender, cosa que le molestó porque consideraba ya una pérdida de tiempo tener que desplazarse y aguantar las filas y los trámites repetitivos, y, que lo tuvieran de un lado para otro, más cuando ya no cuenta con la vigorosidad y entusiasmo de hace unos años: ya es un hombre de 75 años, pensionado y dedicado a su casa, la lectura y la música.
Cuando le conté que estaba trabajando con productos digitales estaba fascinado: me preguntaba por el proceso, por las pruebas, por todo lo que involucraba; le comencé a hablar de la firma electrónica (el primer servicio con el que me familiaricé), y cómo permitía vincular la identidad de las partes que firmaban con el documento a firmar, que si bien no había un grafo en particular quedaba el registro por confirmación de correo, por voz, y recientemente se había implementado la confirmación por fotografía: estaba feliz.
Entendió tan bien el concepto que comenzó a recordarme situaciones en las que hubiese podido hacer uso de este producto “¿te acuerdas cuando nos tocó firmarle el pagaré ese a tu papá para la super idea de negocio, y tocó ir hasta el norte y nos llovió?, cómo nos hubiera sido de útil ese servicio; o cuando tocó firmar esos papeles de la notaría donde nos atendieron tan mal, que ya me estaba dando piedra por la atención ¿te acuerdas?… es que ala, definitivamente el poder de lo digital no tiene límites y funciona como juego de palabras: el poder de la tecnología y el poder con la tecnología”.
Si bien tuve que explicarle que hay procesos en los que se está trabajando para poder llevarlos a una digitalización plena (caso notarías o pagarés) es una meta que está cada vez más cercana, más hoy en día con el ritmo de vida, con la necesidad del inmediato, con la versatilidad de los sistemas, no solamente se convierte en una necesidad, es casi una obligación llegar a ese punto.
Hoy en día, gracias a la Firma Electrónica, no importan las latitudes, no importan los horarios, no tendrá que molestarse por el tráfico, por las obras en las vías, por los tiempos de llegada, por el horario de la cita… ninguno de estos factores que antes significaban la aceptación o rechazo de un documento tendrán relevancia ahora, es más, mientras usted lee este artículo ya hubiera firmado y aprobado ese contrato laboral, esa carta de aceptación, ese paz y salvo con esa entidad, pero no, ha preferido tener que someterse a la fila, al desplazamiento, al trancón, al tiempo que todo ello involucra… ¿no cree que es hora de comenzar a disponer el tiempo para otras cosas?
En nuestras próximas entregas, hablaremos más de cómo un hombre de 75 años puede aprovechar todos los servicios que presta Andes SCD para su beneficio… y si para él es provechoso, ¿a usted que lo detiene para dar el cambio?
Fuentes :
- Creada por Rafael Ocampo – Colaborador ANDES – Servicio de Certificación Digital